La corrupción no es de todos.



¿Quién tiene la culpa de la corrupción? ¿La sociedad o las personas?.

De entrada, te diré lo que yo creo: Las personas buenas somos la mayoría. 

J.J Rousseau dijo: "El hombre es bueno por naturaleza, es la sociedad quien lo corrompe". La idea del pensador suizo se basa en que cada sociedad o grupo tiene unas costumbres, que normalmente influyen en el desarrollo de cada persona. Cuando las costumbres invitan a la virtud, la persona se ennoblece, mas cuando devienen en perturbación, la persona se envilece. Normalmente, en este último caso, la culpa siempre la tuvieron otros y en su defecto, tratan de repartirla o de compararla.

¿Cómo mejorar la sociedad o los grupos?.
Díriase que para mejorar a esa sociedad o a ese grupo, habrá que perfeccionar sus costumbres y protocolos. Y ello pasa por tomar buenos hábitos. Son hábitos que se deben inocular por cada uno hacia nuestra familia, nuestros amigos, nuestra empresa. En definitiva en nuestro entorno.

La educación y el respeto por los demás harán que el poderoso comience a respetarnos. Hasta hoy, tanto los gobiernos como las grandes empresas nos creían con grandes niveles de idiocia. Pensaban que poniendo a funcionar el ventilador todos sus manejos se disiparían. Sin embargo, la isegoría permite que la información cobre su importancia, aunque por el camino alguien pretenda llevarse al informador por delante.
Extinta la moral religiosa, ha de nacer en su lugar la ética cívica de la libertad. Toda la libertad, salvo para quienes destilen un odio visceral a la razón y a la buena fe.  Pues es tiempo de ajustar los relojes y decir basta a las corruptelas, a la evasión de capitales y al egoísmo desmedido. 
Que cada minuto sirva para premiar al que genera beneficio aquí y lo devuelve. Al que es grato con los demás.  

Los índices de sufrimiento de esta sociedad, provocados por una minoría, sólo se mitigarán si cada uno de nosotros toma conciencia de lo que puede hacer saludablemente por su entorno. Pero no basta con lemas y epitafios. Debe ser una actitud que, como el agua, vaya inundando todos los poros de la piel de toro.

Estas son las recetas que pueden proporcionar más momentos de felicidad y prosperidad en las personas. En definitiva: que el ser humano siga siendo bueno porque libremente así lo ha decidido.






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