Empecemos dando caña.


En los países mediterráneos se suele hacer, por su clima y por la cultura, la mayor parte de la vida en la calle. Esto aumenta en los periodos estivales. De ahí el éxito de las terrazas de los bares, la popular costumbre de tomar el fresco en el umbral de la puerta y desde hace unos años el consumir altas dosis de alcohol en la calle.

Este último fenómeno es el conocido como “el botellón” suelen tener variantes más duras como la “fumada de hachis” o su versión noventera “quedada para tomar unas petas”. ¿Es este el legado que hemos dejado la generación nacida en los 60 / 70?.
En realidad, nuestra integración Europea ha sido sólo económica y no cultural. En lo cultural estamos más cerca de Marruecos que de Suecia, por más dinero que en “Erasmus” queramos gastar.
De ahí, que el vecindario y las policías locales sean tan permisivas y tolerantes con quienes impiden el derecho al descanso (el nocturno y el de las siestas de verano). También se permite la acumulación de basura en las calles, incluso en contenedores en las horas más calurosas de la tarde (algo que no ocurre en Asturias, por fortuna). Pero lo que más me preocupa es la perdida creciente de neuronas e interés por auto-realizarse en algunos de nuestros sucesores generacionales.
Los padres deben comenzar a aplicar un método distinto al de “mi hijo siempre tiene la razón” y entre todos, debemos establecer horas límite para el disfrute y el descanso. De igual manera sería recomendable otro sistema de recogida de residuos y sanciones para quien deposite los mismos en el suelo.
En definitiva, empecemos a crear un ambiente de mayor formalidad y recogimiento, que es lo que hace prosperar a las sociedades avanzadas.

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