La mosca que mató Obama.

Tuvo que ser Obama el que con sus propias manos matase en directo una mosca cojonera. De esas que se pegan a la piel tan sólo para molestar. Ciertamente, es un hombre de reflejos, y reconozco que mis ojos también fueron cegados por esas profundas luces de los flashes. He de admitir que ya desde el principio cometí el pecado de no rendirle pleitesía. Pues ningún hombre, salvo el progenitor merece mayor hincamiento de rodillas.
No adivinamos si el habitante de la Casa Blanca será capaz de combatir al poder de los filisteos. Esos que ahora esconden las ganancias y esperan a que pase el temporal. Pero también tiene que combatir la soberbia de los fariseos, esos que ocupan el terreno con chantaje. Tal vez, encontremos un líder de palabras honestas y escasos márgenes. ¿Pues, no creen que el guión está marcado?
Desde que Easton nos dejó el modelo sistémico, lo que analizamos el mecanismo del poder, nos hemos convertido en unos desconfiados. Y eso, produce arrugas en el corazón. El otro día, cuando Obama le dio semejante golpe contundente a la mosca me dije: "este hombre promete". La siguiente mosca cojonera tendrá que buscarla en Irán o en Israel. Aunque allí ,a lo mejor, se encuentra un enjambre de avispas.

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