La difícil tarea de volcar la tortilla.

La hierba de los caminos la pisan los caminantes. Aunque ahora, la hierba está más bien seca, es pasto de las llamas. De esas meteorológicas e intencionadas chispas que cada verano nos asolan los prados, bosques, arcornocales y dehesas. También se pisan, gracias a la ley del menor, los derechos de grandes y pequeños. Y con más frecuencia, viendo las cifras de la EPA de hoy, los derechos consolidados desde la Carta de los Derechos Sociales. Ya sabéis, "qui tacet, consentire videtur".
Me da la impresión a estas horas, de viernes con hambre, que se está cocinando en un verdadero "totum revolutum" un plato de mal gusto. Una especie de tortilla amarga con más huevos de la cuenta, y que yo,no estoy dispuesto a tragarme ni con una cerveza. De modo que, si nuestros representantes no han sabido deconstruirla, al menos, habrá que intentar darle la vuelta. Me da igual si el estilo es a lo Arzak o a lo Ferrán Adriá.
Tras el enorme desfalco producido y que todos estamos pagando, en una entrecomillada crisis.
Tras una respuesta al desfalco nada consecuente, en una Europa cada vez más salvaje. ¿Qué importa el color del producto, si hay una alternativa de calidad?
Antes, cantábamos eso de: "Cuando querrá el dios del cielo que la tortilla se vuelva...." Pero el exceso de mala leche atomizó los componentes de la sarten, y ahora vemos sus piezas esparcidas, de forma siniestra, por toda la cocina: llámese CIS.
Ahora, hay que coger la sartén por el mango. Pero para eso, primero hay que notar si hay un tornillo de unión bien fuerte y si no se ha transmitido todo el fuego. La vitrocerámica sigue incandescente para forjar un sueño. ¿Oído, cocina?.

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