La solución es el Estado de Derecho.

En la sociedad actual, según Galtung, existen tres clases de violencia:

-La violencia directa, como la que estos días vienen fraguando la banda terrorista ETA. Esta banda, a pesar de sus acciones, no ha conseguido nada desde su creación hace cincuenta años, salvo legitimar ciertas ideas, que creíamos desaparecidas en España.
-La violencia estructural, que es la que desde siempre han usado los poderosos. Una de las más sentidas es la llamada violencia de género. Otras que tienen gran auge son la violencia de los colegios y los terrorismos: automovilístico, patronal, cibernético o vecinal.
-La violencia cultural, realizada como consecuencia de un credo o idea, sea de grupos religiosos o políticos.

Muchos de estos tipos de violencia no se han atajado porque la legislación actual ampara al delincuente, dejando impunes muchas tropelías. Los trabajadores de la seguridad del Estado se ven impotentes. Pues realizado su trabajo, un juez aplica una norma que echa por tierra toda la labor realizada. Sea de seguimiento, búsqueda o captura. Y ¿qué decir de los recursos empleados o del riesgo asumido?.

Por eso, a día de hoy son muchas las voces que al calor de hechos tan execrables, piden castigos tan lamentables como la pena de muerte. Es decir, la ley del talión, la de la venganza gitana. Estas medidas tan pueriles me hacen rememorar aquella serie que veía en casa de mi abuela, y que empezaba diciendo: “En 1972 cuatro de los mejores hombres del ejército americano que formaban un comando, fueron encarcelados por un delito que no habían cometido.No tardaron en fugarse de la prisión en la que se encontraban recluidos. Hoy buscados todavía por el gobierno sobreviven como soldados de fortuna. Si usted tiene algún problema y se los encuentra, quizá pueda contratarlos…”

Pero el equipo A no existe, y no todos, estamos preparados para aplicar justamente el castigo. La vía no es la del sicario, quienes por cierto abundan cada vez más por España. La solución es la reforma de la ley y de la justicia. Pero quizá, para ello habría modificar previamente el estatuto de diputados y jueces. No es tolerable, que a golpe de asesinato se viertan declaraciones de afrenta política, ni que el terrorismo se use para medrar. Así, lo que están construyendo es un Estado de Deshecho.
Es este, un tema para el debate sosegado, para el consenso y el acuerdo. No vayamos a tirar por la borda los esfuerzos de estos años y volvamos a la democracia orgánica (dictadura), que es lo que muchos están buscando.

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