Comienza un nuevo curso para todos. Recuerdo aquel primer idus de septiembre, cuando tuvieron que arrastrarme desde la Plaza de Jesús hasta las aulas de párvulos. Y una vez allí, mi pequeño cerebelo no entendía cómo podían encerrarme. Es más, lanzarme a una vida social con otros semejantes a mí, indumentados con una cosa llamada "baby". En mi espalda, cargaba una cartera roja cuyo interior albergaba la cartilla Palau, un lápiz Alpino y una goma Milán. Y una profesora nos invitaba a hacer fila india para intentar impartirnos nuestra primera clase. Nos educaron bien. Nos enseñaron a levantarnos de la silla para recibir educadamente a quien llegara al aula y a discernir entre lo bueno y lo malo.
Hoy muchos años después guardo un grato recuerdo de mis compañeros de colegio y de los profesores. De las bromas que hacíamos sobre Ediciones ©Anaya y todas las historias que luego leímos en los libros Santillana.
Por eso, cuando un niño se queda sin plaza de guardería o de colegio, pienso en lo afortunados que fuimos en aquellos pretéritos tiempos del bienestar. Hoy algunas madres deberán buscarse la vida o el apoyo de los abuelos si desean trabajar. Muchas cosas han cambiado desde entonces.
Por eso, cuando un niño se queda sin plaza de guardería o de colegio, pienso en lo afortunados que fuimos en aquellos pretéritos tiempos del bienestar. Hoy algunas madres deberán buscarse la vida o el apoyo de los abuelos si desean trabajar. Muchas cosas han cambiado desde entonces.
Comentarios