El coste social de un niño pijo

Los chicos de “buena familia” no son tan buenos. Es un hecho notorio que con motivo de cualquier fiesta, sea de la Consolación o de la virgen del Pompillo, se disponen a exhibir un desaforado estado de “carpe diem”. Ese estado les lleva a fumar la pipa de la violencia, primero entre sus “primus inter-pares” y luego hacia toda fuerza policial.
El pasado fin de semana se formó una pequeña revolución. Y eso, que en estos tiempos y teniendo una renta media de 39721 euros ¿qué podían reivindicar?. Esta astracanada juvenil sucedió en Pozuelo, pero puede ocurrir en cualquier otro lugar. Sólo es necesario que se les haya instruido previamente en la chulería del pelotazo, en la impunidad de sus felonías o en la superación del tener, que no del ser.
Y esto es así, porque contra todo mérito, saben que pronto heredaran la dirección de sus empresas. En su defecto, le buscaran cabida en la ejecutiva del partido o en una fundación en defensa de los más favorecidos. Hecho y dicho. Hoy los han soltado. Mañana estará comprando en la calle Serrano y pasado mañana seguro que cambian la historia. Dirán que la culpa fue de las minorías étnicas o de la gente de mala ralea.
Hay estrofas que lo dicen todo. Esta es, del Último de la Fila:
“Mi primo, que tiene un bar, desde siempre me ha dicho, /y me consta que todo lo dice de muy buena fe: /tanto tienes, tanto vales, no se puede remediar. /Si eres de los que no tienen, a galeras a remar”.

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