La imparcialidad y la integridad

Muchas personas, en nuestra vida, asumimos la responsabilidad de preservar un juicio razonable. Esta rectitud moral permite que veamos los acontecimientos con cierta distancia. Sin ese frío espacio no es posible ver los hechos con claridad, pues el calor del apego puede llegar a  confundirse con el ciego seguidismo, o el interesado acervo parcial.

Hay afecciones que dilapidan todos los esfuerzos por construir un mundo mejor. Un lugar donde la verdad -que no siempre es relativa- triunfe. Un espacio donde el niño pequeño, que llevamos dentro, no se sienta defraudado.

La historia de la humanidad nos habla de ciclos, de péndulos donde los hombres apostataban del viejo paradigma. Hombres que renegaban del antiguo sistema, abjuraban de su antigua fe, u hostigaban a su vieja ideología. Nada más efímero que el pensamiento humano. Y nada también, más interesado.
Sobre un pensamiento inicialmente puro descansan los acontecimientos más luctuosos de la especie homínida. Sea la guerra,la posguerra, el holocausto, la inquisición, la destrucción cultural, el daño a la naturaleza o la simple traición al familiar, al amigo.


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