La estrecha libertad del parado.

La ley del viejo sistema vive sus estertores con un extremismo desaforado. Como una proposición sin posibilidad de rechazo, los agentes sociales nivelan al productor con el producto. Los trabajadores en paro juegan el papel de una mercancía en stock, pues su hecho diferencial les ha sido arrebatado. Y si tuvieren un hecho diferencial, sería inmediatamente devaluado.
De tal modo, que para que salir al mercado, o bien reducen su precio, o deberán entrar por la vía de la reforma laboral alemana.
Esta última propuesta es tan simple como bajar la jornada, bajar el salario y que el resto lo complemente el Estado, o sea, todos nosotros. Mejor que esto, ¿no sería la reducción a la francesa de la carga laboral y el reparto del trabajo? Porque la subvención al trabajador-mercancía no hará más que aumentar el gasto público, esta vez con la avenencia de las confederaciones patronales.
La medida sonda llega acompañada de una ampliación competencial de las ETT´s, que ahora, pueden intervenir en la prestación de mano de obra a constructoras y Administraciones Públicas. Todo con un único propósito: reducir la maldita cifra estadística de la EPA.
El problema fundamental, que es la falta de seguridad en las operaciones económicas, queda sin resolver, y se añade inseguridad y falta de calidad en el mundo productivo. Más inseguro aún, porque el Estado y las CCAA autorizan el 95% de los Expedientes de Regulación de Empleo que se presentan. Una cifra demasiado abultada y que no dejará, por esto, de aumentar.
Observamos estupefactos, la diacronía entre la recuperación global y el horroroso estado de nuestro mercado de trabajo. La Guardia Civil, estos días, vigila los olivares por si algún parado osa varear algún tronco retorcido. No sabemos si para que el stock se desespere o para que el mercader sea limpio en el trato. Aunque la cultura general nos dice, “que más se gana en un trato, que en un año de trabajo”.

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