La edad de jubilación es alargada.

El Gobierno (este y el que venga) fiel servidor de las recomendaciones de la autoridades financieras, o sea de las autoridades, quiere hacer trabajar a los mayores dos años más. Es decir, quiere retrasar la edad de jubilación desde los 65 hasta los 67.



Lo cierto, es que si ya el trabajo, y el acceso al empleo, es difícil para el colectivo de mayores de 52 años, no se pueden ni imaginar lo que sería a los 67.
A esa edad uno, debe estar para "sopitas y buen vino". Porque salvo, que se tenga ocupación poco ímproba entre la horita del vermut, al personal emérito le empiezan a salir dolencias lumbares, cervicales, descalcificación, próstata y reuma. Y no es que no sean válidos. Cierto es el proverbio "el consejo del viejo". Pero eso. El consejo, no el trabajo.

La hueste ociosa que piensa en tal alargamiento, no tuviera esos prontos si tuviesen que ganarse el pan recolectando las frías olivas del campo andaluz. No pensarían igual, si hubieren de vendimiar o segar bajo un sol justiciero. Discreparían de su posición si debieren adentrarse en alta mar con una barca para capturar el pescado, tuvieren que subirse a un alto andamio para construir las torres que ellos mandan alzarse sobre el cielo. No sería razonable su plan si debieren calentarse las neuronas entre calculadoras, ordenadores y libros durante más de 35 años. Apuesto a que abogarían por la jubilación anticipada. No a los 61 años, sino mucho antes.
Este espectro de reforma sólo se fundamenta en: "Hagamos trabajar a los mayores para que haya así más plazas de residencia, menos excursiones a Benidorm y por supuesto, nada de medicina gratuíta".
Como les dije, esta crisis financiera la quieren convertir en una crisis social, para que la paguen los de siempre. Al tiempo, descuidan la importante labor que hacen nuestros mayores, como canguros de sus nietos, asistentes de sus hijos y a veces, refugio de los parados.
Nos quieren vender la moto de que el sistema social esta roto. No me extraña. Con las aportaciones de algunas empresas de los mencionados, complementándolo con un impuesto a la vagancia para el resto, podríamos haber solucionado la caja única.
Supongo, que prevalecerá en su agenda el interés de las aseguradoras, la oposición a los postulados de Lafargue y el envilecimiento de la economía, cada vez más inhumana y menos competitiva. Una economía basada en el parasitismo y la falta de simbiosis.
Pues, en vez de repartir el trabajo, disminuir la edad del retiro y hacer la economía más productiva, se empeñan en boicotear los corros de petanca, las partidas de dominó en el club del pensionista o los paseos matinales en el parque.

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