El pasado lunes, al caer el sol, la televisión pública emitió el primer capítulo de la catalana miniserie “Ull per Ull”. Este tramo horario, cuando los más pequeños duermen sus más lindos sueños, es el mejor indicado para introducirnos una historia no contrastada.
Nos situamos en la ciudad más europea de España. Corrían los años veinte, y entre textiles se tejían las primeras manifestaciones de la defensa menesterosa. En este caso la de unos ingobernables frente a la prole del señor Torrents. Y en esas, Enric vendrá a enamorarse de su vástaga Eulalia, mientras empuña la recortable revolucionaria que le presta “El Murciano”.
La emisión, sin ánimo de casualidad, se proyecta en unos delicados momentos de la sociedad española. Antes de hacer las maletas veraniegas nos dejan una nocturna estructura conceptual. La que relaciona movimiento obrero con terrorismo, huelga con atentado y Eduard con joven equivocado. Si esbozamos la situación doxológica de los españoles, es el momento más apropiado para cenarse una serie así. De tal manera, nuestro sueño REM será el que marque el control necesario para ignorar ley de fugas, la represión de Martínez Anido o el falso “Sindicato Libre”. Justo, esos sindicatos libres que nos preparan una huelga para después del tinto de verano.
La emisión, sin ánimo de casualidad, se proyecta en unos delicados momentos de la sociedad española. Antes de hacer las maletas veraniegas nos dejan una nocturna estructura conceptual. La que relaciona movimiento obrero con terrorismo, huelga con atentado y Eduard con joven equivocado. Si esbozamos la situación doxológica de los españoles, es el momento más apropiado para cenarse una serie así. De tal manera, nuestro sueño REM será el que marque el control necesario para ignorar ley de fugas, la represión de Martínez Anido o el falso “Sindicato Libre”. Justo, esos sindicatos libres que nos preparan una huelga para después del tinto de verano.
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