Otoño. Entre el ardor del estío y la fuerza del invierno.

Cuando vemos las hojas de los árboles caer vemos que la vida nos ha puesto en el mundo para hacer las cosas de manera íntegra. El regalo de este tiempo, debe ser dosificado con prudencia. Si no, nada de lo que hacemos tendrá valor y engrosaremos las filas del montón de seres que pasan como supervivientes, viviendo la vida que otros le dictan.
El sueño liviano impide un correcto aprendizaje de lo que en vigilia vamos aprehendiendo. Es justo en ese estado cuando nuestras neuronas se reparan y permiten a nuestro almacen de recuerdos guardarlos con siete llaves.
El que aprende demasiado rápido lo hace de una manera superficial, obviando los detalles que pueden cambiar todo cuanto en un principio se nos plantea. Pues al aprender debemos razonar lo que nos enseñan y muchas veces debemos desaprenderlo. Cuestionar es misión del científico y del humanista. Asentir sin más es propio del fervoroso.
Los placeres de nuestros sentidos deben ser bien administrados, pues el exceso los atrofia. Dicen por el facebook que "tras una noche de desenfreno viene una mañana de ibuprofeno". Es mejor tener un sútil paladar y disfrutar de cuanto se nos ofrece.
Y en cuanto al trabajar, en contra de lo que se piensa, quien lo hace deprisa y de manera eficaz no es tenido en cuenta. Muchos no son capaces de admirar ese obsequio y parece que fuera una obligación el obra siempre así. De modo, que si una sóla vez falla es puesto en juicio todo su mester.
De modo, que reflexionando aquí en mi sofá he llegado a una conclusión: la calma es medio idóneo para vivir. Ir más deprisa de la cuenta sólo puede granjearte un piñazo. ¿Para que perder el tiempo en volver a levantarse de nuevo, estando de pie? No vale decir, es una experiencia. Eso lo dicen los concursantes de "Supervivientes" o de "Gran Hermano". Más bien nos convertiríamos en el experimento. Y esto, ya se sabe "con gasesosa" y del Dia %.
Cuando la noria de la vida gira demasiado deprisa es justo pararse en la alberca, bajo la higuera y reflexionar sobre el contenido de los cangilones. Si el agua de felicidad que recibimos es exigua debemos buscar otra noria más provechosa. A lo mejor, no es necesario ni dar vueltas sobre ella.
Memento mori. Es claro que tras el transcurrir de nuestros días no hay nada, más que gusanos que se alimenten de nuestro cuerpo sepultado. Por esto, no debemos dejar que nuestro corazon se embargue de nimias eventualidades. Reflexiono que nos contaron el cuento de la resurrección para conformarnos.
En este otoño de recogimiento saldremos a vivir la vida con el ardor de un sol estival y la fuerza de un viento de invierno.

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