Veredas,Ítaca o Samarkanda.

Veredas es una pedanía de Almodóvar del Campo (Ciudad Real) que sintió como tantos otros núcleos de España la despoblación. Por eso, en cada ocasión festiva recoge con agrado la visita de los que un día fueron a buscar trabajo y oportunidades en las ciudades. Uno siempre es de lugar al que su corazón va. Esto nada tiene que ver con censos, empadronamientos o registros. Más bien el sentimiento de pertenencia es asunto del "cardio" y la "psique".


En estas fechas festivas, una familia de Torredembarra volvió a visitar esta patria chica veredense. De modo que para disfrutar de las llanuras del Valle de Alcudia, el bosque de encinas ,de alcornoques y el aire pulcro del campo, el padre y sus dos hijos salieron con su todo terreno.
Cuando querían pasar con el vehículo por el arroyo Las Cabras, muy cerquita de La Bienvenida, una fuerte crecida de aguas les arrastró. El vehículo volcó. El padre y su hijo de 14 años salieron ilesos. No así el menor, de tan sólo 9 años, que no logró escapar de la fuerza del agua del arroyo.
Entonces la familia comenzó un búsqueda vespertina, a la que se sumaron vecinos, la Cruz Roja y como no, la Guardia Civil. Fueron estos profesionales, especializados en actividades subacuáticas, los que encontraron el cuerpo del chico, esta mañana, sin vida.
Esta es la luctuosa noticia que conocemos. Una noticia que nos desgarra el alma, mientras colocamos los últimos adornos de las fiestas navideñas. El río de papel plata que confecciono para el portal me recordará que cada día que se nos ofrece es la más preciada de las loterías. La fuerza de la naturaleza es imprevisible. Confieso que el pecho se me ha oprimido y he recordado las veces que estuve por aquellas tierras de La Mancha.
La muerte; eso sí que es un estado de alarma. Su guadaña nos espera en cualquier escala, puerta o esquina. Agradezcamos pues la presencia de este tiempo, aunque sea tormentoso o borrascoso. La tormenta en la oscura noche nos ofrece luz. Démos gracias por haber perdido dioptrías o tener los hombros doloridos, pues se han convertido en razón y conocimiento. Compadezcámos a quien empezando a la vida se va, y a las personas que no podrán verlo crecer. El mejor regalo es disfrutar de este viaje hacia Ítaca, pudiendo parar en el puerto de los amigos o en el amarre de la familia: las mejores ensenadas de amor y felicidad.
Eso sí, con la firme convicción de que algún día tendremos que parar en Samarkanda. Para entonces se pueden ahorrar los obsequios, pues en Samarkanda seremos conforme hemos testado parte del alimento del árbol de la vida.

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