Un deportista insuperable.

Rafael Nadal aplasta en dos set a Novak Djokovic, consiguiendo el octavo título de Montecarlo.



Es doblemente satisfactorio que las buenas personas ganen. Normalmente, son gente que desarrollando un sacrificio abnegado les gusta lo que hacen y por eso, sus logros los toman con una  modestia irreprochable. 
En el deporte actual no abunda demasiado este tipo de personas. Así, cuando alguien como Nadal, que es el espejo donde deben mirarse los deportistas, consigue un triunfo de una forma tan palmaria y con una nobleza tan evidente, todas las personas de bien debemos festejarlo. 
Nadal en esta ocasión supo encerrar al yugoslavo, quien tenia todas las de ganar, al ser el actual número uno. Mas en tierra batida, el rey es nuestro mallorquín de oro, que desde la temprana edad de los 16 años ha ganado todo en este terreno.

Más merito tiene el hecho de vencer tras quince días sin entrenarse, por una tendinitis en la rodilla izquierda- Nadal es motivo de esperanza para el desesperanzado, fuerza para el desilusionado y valor a tener en cuenta en una sociedad que idolatra grandes figuras maleducadas, del fútbol por ejemplo. 

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