Un tiempo para compartir.

Las fiestas del solsticio de invierno son idóneas para compartir la felicidad con la familia. 




En estas fechas, donde las familias se reúnen para compartir, debemos tener en cuenta que existen personas con un desmesurado afán de poseer y adquirir riquezas. Se imaginan que hubiere alguien, que como vulgar Rey Midas tocase el jamón y el langostino y lo convirtiese en oro. ¿Qué sería de la Pascua?. El viejo mito se reproduce con más habitualidad de la que quisiéramos, porque el desorden en la personalidad de algunos nos lleva a situaciones así de grotescas.
No es necesario plantar un árbol de Navidad para que la felicidad embriague nuestro hogar. Lo que realmente se necesita es mostrar en estas fechas el mejor lado del ser humano.
Como cada año, recordaremos a esa persona que por desgracia ya no puede acompañarnos. Es tiempo de las personas, porque a los objetos los mandamos a la excedencia.
El mejor regalo no es el más caro, sino el que se da con la mejor intención, y da igual que se dé en Pascua, en Año Nuevo o en la Epifanía. Uno de mis preferidos es ver la sonrisa de los míos y ese sí que es verdad que nadie podrá expoliármelo.
Porque en verdad os digo, no es tiempo del avaro. Ël seguirá siendo el triste guardián de su dinero, pero también su sempiterno esclavo. Y eso, no hay oración ni proverbio que pueda remediarlo.
Felices fiestas a todos.

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