Fraternidad, ése valor económico.


Aplicando el auténtico significado del lema "Libertad, igualdad y fraternidad" puede solucionarse la situación de nuestra sociedad y nuestra economía.

Este verano me he desconectado de la red y he estado repasando algunos libros que tenía olvidados con el único propósito de encontrar la raíz del problema que nuestra sociedad aqueja.
Al parecer hace 200 años se acuñó el lema de “Libertad, igualdad y fraternidad”, pero nadie ha querido explicar realmente su significado. La confusión de estos términos ha dado lugar a los debates más exacerbados en las tres hipóstasis sociales: cultura, política y economía.
El liberalismo pensó que la libertad debería ser predicable de la economía y cuando el mundo contempló los hacinamientos fabriles y los prolongados horarios pensó que quizá se habían equivocado.
Luego vinieron los movimientos sociales a decir que en la economía debería regir el principio de la igualdad. En ese estado de cosas, debía de ser el Leviatán el que organizara la producción, pues a resultados idénticos nadie se esforzaba. A finales del siglo pasado esa manera de percibir las cosas se desmoronó.
Por tanto, sólo queda aplicar, a la producción y distribución de las cosas, una profunda fraternidad. En este sentido, el trabajo debe servir para producir cosas valiosas a la sociedad, que otras personas pueden necesitar y pagan por ello. El dinero debe ser la fuente que permita crear bienes y servicios valiosos a la sociedad, y no el sustento de la savia del mal (corrupción, guerras, especulación...).
Con todo, he de colegir que hace 200 años dijeron: sé libre para pensar, sé igual para hacerte valer y sobre todo, sé fraternal para dar y recibir.

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