Torrecampo, por mayo.


Hoy mi post va por todos esos torrecampeños y torrecampeñas que un día se marcharon. 
 Al que viere y entendiere.
Es verdad, dicen que nadie es profeta en su tierra. Lo dicen, porque al bueno de Mahoma le hicieron irse de la Meca a Medina. A los torrecampeños fueron las circunstancias.
Son muchas las personas que para poder desarrollar sus aptitudes, desde los años 60 ha tenido que tomar la maleta, y cargarla no sólo de ropa y de algún libro de cabecera, sino de recuerdos y sentimientos del lugar que se deja. Pocos son los que desde entonces han vuelto y si lo han hecho, es para vivir su salón de la emeridad en el jardín que un día fue su infancia. 


Lo cierto, es que mientras tanto,  una vez que uno se marcha de su pueblo ya no es ni de allí ni de aquí. Es lo que me decían y que con el tiempo entendí.  Por mucho que digan los altermundistas que uno es ciudadano del mundo, yo les digo que las personas somos comos los árboles, nos gusta echar raíces. Hay árboles que cuando se arrancan es muy difícil que vuelvan a brotar. Otros se adaptan al medio, pero no  dejan de echar de menos las tierras donde nacieron.

En este lugar del ciberespacio desde donde escribo hay considerables referencias del lugar donde provengo. Ese trocito de tierra es donde converge el mejor norte de Andalucía y el más loable sur de Castilla-La Mancha. Es como por si arte de magia alguien quisiera que fuéramos andaluces, pero también un poquito castellanos y con un leve deje extremeño.

Dice Joaquín Sabina, que todo el mundo nace en cualquier lugar, pero el espíritu de un tiznao se aprende desde pequeño. Es el de toda esa gente honorable, sensata y acogedora que cada uno de mayo, superando cualquier punto de vista, se une en torno a un sentimiento en un paraje bucólico, junto al santuario de su virgen de Veredas. Ojalá todos los días fueran primero de mayo, y todos los mayos fueran el primer día de su mes.

Como decía, son muchas las personas que por donde quiera que van dejan bien el alto al pueblo desde dónde vienen. Allá donde estén, Madrid, Barcelona, Altea, Benidorm, Córdoba,Valencia o Granada tienen un momento de nostalgia por su pueblo. Muchas veces sus inquietudes pasan casi desapercibidas, en otras ocasiones son los grandes ignorados. Pero sepan que por la geografía nacional hay jueces torrecampeños, periodistas tiznaos, empresarios nacidos en Torrecampo, ilustres escritores del pueblo de la torre del silencio. También hay personas que destacan en sus oficios de informático, ingeniero, veterinario, metalúrgico, auditor de riesgos laborales, subinspector de Hacienda, físico o profesor. Muchos son los que hacen su trabajo esmerado en la hostelería, su buen hacer en la construcción o el comercio.

Las hemerotecas, los blogs, las páginas oficiales y las oficiosas no han dedicado jamás ni un renglón a toda esta maravillosa intrahistoria. Nuestros paisanos nos recibirán con los brazos abiertos, con la cordialidad y el aprecio del primer día. Reencontraremos a familiares y amigos, antiguos compañeros de colegio, personas que forman parte de alguna instantánea de nuestra vida.

Sabemos que son personas que tratan de sobrevivir en un pueblo que cada día tiene menos gente. Tienen el valor de aguantar contra viento y marea las inclemencias de un futuro incierto. Eso sí, tienen la gran suerte de vivir en un mar de encinas, en un paraíso de cal e historia, en un vergel de jaras y romero, en una alfombra de margaritas que por primavera verdea y hace regresar a toda esa gente, que allá donde se encuentre sigue siendo de Torrecampo. 

Comentarios

ANA MARQUEZ ha dicho que…
Me emociona saber que alguien nos tiene en cuenta, como tú bien dices no somos ni de allí ni de aquí
Torrecampo, tiene una asignatura pendiente con tod@s los que por una razón u otra tuvimos que emigrar ; sería muy bonito que se creara el día del emigrante, haciendo mención cada año a una familia o varias y la fecha ideal sería el día de la romería ya que acuden miles de Torrecampeños...Saludos de una Tizna en Benidorm