Alguien soñó que el mundo
eran números, cifras, estadística, algoritmos y que dominando sus fórmulas
podría manejar al ser humano. Al despertar, siguió soñando y pensó que lo tú sientas, o lo que
pienses, en lo más profundo de tu ser, ya no importa. Quiso decirnos que con su invento ya dirá él por ti lo
que en realidad eres.
En su infinita torpeza no se dio cuenta de que también puedes desenchufar el cable. Puedes vivir tu vida sin que
valore tus hábitos y tus constantes vitales.
Tienes derecho a caminar
por ti mismo, sin que nadie te lleve. Y cuando te pares a descansar, puedes leer los viejos libros,
arrinconados en el desván, o desempolvar los discos que en otro tiempo fueron mega
éxitos.
Tienes derecho a escribir
en papel la carta que siempre quisiste, pegar el sello y usar un buzón. Puedes felicitar la navidad con un christmas a la familia que tanto quieres,
o saludar desde tu merecido viaje con una colorida postal. Al regresar a tu hogar puedes
usar la vieja radio, analógicamente, libre de interferencias.
Llega el invierno. Tiempo
ideal de tomar café con tus amigos y comerse todas las galletitas que pongas en el plato. De no
dejar sobre el mantel ni una sola migaja. Puedes demostrar a ese soñador que tienes más
caché que los que te invitan con artificios a ser el número que nunca fuiste.
PD. -Dedicado a todos esos pacientes que algún día de su vida se sintieron un número, a los que dureza de la estadística pudo arrebatarles la vida- .
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