La televisión

 


 

De pequeño, en mi casa no había televisión.

Si quería ver algo que me interesara, en alguno de los dos únicos canales que existían,  debía ir a casa de mis familiares o de mis amigos, que con tan buen acogimiento me permitían disfrutar de tan luminoso electrodoméstico.

Eso fue porque mis padres decidieron que era mejor comprar un electrodoméstico que lavara la ropa a un cacharro que lavara el cerebro.

El otro día, después de mucho callarlo, lo dije en público, sin miedo a que pensaran que podría ser un bicho raro. Un espécimen de esos que salen en Cuarto Milenio. Pero creo que estamos todos demasiado acostumbrados a ver personajes en televisión que superan con creces mis rarezas infantiles.

Pues sí, yo crecí con una Sanyo a la que le acoplé una antena de otra vieja radio para poder escuchar los 40 principales de Córdoba, Onda Mancha Almadén, Radio Surco  de Tomelloso y como no, Radio Villanueva y la Voz de los Pedroches.

Pero cuando la música se apagaba mi afición eran, sobre todo, las historias de Los Tres Investigadores.  Me imaginaba en la vieja chatarrería junto a Bob, Pete o Jupiter. Y es que soñar es gratis….y divertirse más económico de lo que parece.

Cuando ya todo te resbala entiendes que ser auténtico no te empequeñece, por muy dura que sea tu historia. Ser auténtico te hace ser tú y nadie es mejor que nadie.

Ser inteligente no es inventar un transbordador de la NASA, inventar el bálsamo de Fierabrás o saberse de memoria las últimas sentencias del Supremo. Es saber adaptarse con lo que uno tiene para tratar de disfrutar de los pequeños momentos de la vida.

Porque cuando sea nuestro cierre vital de emisión, ya sabes a lo que me refiero, nadie nos va a preguntar nada. Seremos nosotros, los que en ese flashback, de un minuto por el túnel de la eternidad, vayamos recordando si un día fuimos felices.

Y ahora, demos paso a la publicidad…


 

Comentarios

Antonio P.B. ha dicho que…
Este artículo se publicó en la Revista "El Celemín" de 2023