
El tiempo y las circunstancias
pueden cambiarlo todo. Observo y me limito a observar. De la ácida rebeldía se puede pasar a una torpe
bravuconada o en sentido contrario, en el refugio de obedecer la consigna dominante.
Al margen de estos extremos, gestionando bien los comportamientos, se puede optar por ser tranquilamente asertivos. Eso sí, no es fácil, mientras miras con asombro todo lo que está sucediendo.
Para no perder el norte, en este maremagnum de la ética dominante, hace
poco volví a leer a Kant.
El nos sugiere “lo que debemos hacer”, que de manera
muy resumida es actuar libremente de un modo justo, más allá de lo que pensemos
o queramos. Es tratar a las personas por lo que son, no por lo que tienen o por
lo que pueden hacer por nosotros. Es saber defenderte con imparcialidad, de los efectos colaterales de las discusiones bizantinas, de los mensajes interesados, de las nuevas costumbres.
Si todos cumpliéramos esta máxima
no sería necesario obedecer porque todos nos respetaríamos. Toda una oda a la libertad, de hace más de 200
años, de la que el ser humano no ha aprendido nada. Es más fácil caer en el simplismo y olvidar
los matices.
Comentarios